miércoles, 25 de agosto de 2010

Kihon

Una de los aspectos que diferencian las artes marciales “tradicionales” de las “modernas” es el uso de las formas o bases en su aprendizaje, cada ejercicio tiene una intención o una aplicación. Por ejemplo, para los que practican Aikido en nuestro dojo, cuando hacemos el ejercicio de remo en la práctica, el movimiento es la base para la entrada de ikkyo. Cuando hacemos el movimiento de cadera, es una parte de nikkyo, sólo como ejemplo de algunos ejercicios de base que nos ayudan a ejecutar mejor las técnicas.

Las artes marciales modernas han ganado bastante popularidad por su efectividad o aplicabilidad, y en verdad son muy efectivas, las combinaciones son rápidas y explosivas, los lanzamientos, inmovilizaciones y sumisiones dan resultados muy rápidos. La vez pasada veía el reality de The Ultimate Fighter y veía que los finalistas no tenían más de tres años practicando (algunos tenían meses y eran muy buenos peleadores). Entonces, me puse a pensar... la receta sirve. De manera personal, las artes marciales modernas me gustan bastante, me gusta verlas y hasta he practicado algunas y puedo asegurar que son muy efectivas, el entrenamiento es muy riguroso y tienen que ser verdaderos atletas para dominarlas, son muy competitivas y, para muchos muchachos, es una oportunidad de subir a un ring y hacerse famosos.

En cambio, las artes marciales tradicionales tienen otra filosofía o forma de ver la vida que hace que sean especiales, no solamente nos enseñan a luchar, la lucha es un medio por el cual se llega a algo más trascendente. Son un camino de vida que cada uno descubre con el tiempo y la práctica.

Sin embargo, para llegar a ese punto se tiene que partir de algo, de una buena base, la idea de las artes marciales es que los movimientos se vuelvan naturales, es decir, llegar al estado de no pensar en lo que se tiene que hacer. Si empezamos a realzar las técnicas más complicadas sin un acondicionamiento del cuerpo no vamos a lograr desarrollar este tipo de "reflejo".

El Kihon es esto, la base de las técnicas, las cuatro primeras técnicas (ikkyo, nikkyo, sankyo, yonkyo), las caídas y algunas técnicas básicas de lanzamiento como shiho nage, kote gaeshi e irimi. Todo practicante debe de buscar dominar estas técnicas y, como dice nuestro Soke Michio Kanai: no practique una, sino mil veces, pues nunca es suficiente.

Las técnicas básicas están diseñadas para explicar los principios de cualquier otra técnica: posiciones de las manos, desplazamientos, control de ciertas partes del cuerpo, la caída, entre otras cosas. Todo practicante debe dedicarle mucho tiempo a revisar los detalles de la ejecución de estas técnicas.

La mejor forma de practicar el kihon es realizar la técnica lento al principio, poniéndose de acuerdo con el compañero, es decir de manera colaborativa, teniendo especial cuidado en realizar el movimiento de manera correcta. Poco a poco, cuando se vaya ganando destreza, se va aumentando la fuerza y la velocidad, hasta llegar a ejecutar la técnica en un nivel de aplicación práctica.

A menudo veo alumnos que tienden a descartar las técnicas básicas por querer hacer las más avanzadas que demuestran que han subido de grado. No hay nada más errado, porque para aprender las técnicas avanzadas siempre se tienen que revisar las técnicas básicas. Cuando uno empieza a practicar empieza por hacer la primera técnica que aprendió, cuando uno regresa después de un tiempo es por esta técnica donde debe de empezar.

Debemos buscar ser expertos en lo básico para poder ser relativamente buenos en las más avanzadas, escojamos nuestra técnica favorita y busquemos la perfección en ella, es la única manera de desarrollarse técnica y espiritualmente. ¿Cuándo es que una técnica está bien hecha? cuando uno no la puede sentir, cuando fluye sin esfuerzo y muy probablemente ahí nos vamos a dar cuenta que todavía nos falta mucho por practicarla...

Hasta la próxima nota

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